III Bienal de Flamenco de Málaga. Cante:
Antonio de Canillas. Guitarra: Andrés Cansino. Cante: La Cañeta.
Guitarra: Antonio Soto. Palmas: Kiko, Yaya y Loli Salazar. Baile:
Carrete, Luisa Chicano y Ana Fernández. Cante: Amparo Heredia ‘La
Repompilla’. Guitarra: Luis Santiago. Percusión: Fali. Palmas: Kiko y
Yaya. Lugar: Castillo de Gibralfaro (Málaga). Día: Sábado, 20 de julio
de 2013. Aforo: Casi lleno.
Un cartel compuesto por Antonio de Canillas, La Cañeta y Carrete
presagiaba una noche memorable y así fue. Este trío de ases, leyendas
vivas del flamenco de Málaga, no defraudó a la afición malagueña, que
prácticamente llenó el recinto habilitado del castillo de Gibralfaro,
escenario privilegiado y con un encanto especial. La maestría del de
Canillas, la personalidad arrolladora de la hija de La Pirula y el baile personalísimo del Fred Astaire del flamenco hicieron las delicias de los presentes.
Abrió el espectáculo, bajo el epígrafe
de ‘El valor de la experiencia’, el maestro de Canillas, al que no
pudimos ver en directo por cuestiones ajenas a nuestra voluntad. Cuando
al fin llegamos, se despedía por tangos. A sus casi 85 años, el que
tuvo, retuvo, mantiene un nivel encomiable en sus actuaciones. Es un
verdadero privilegio para los aficionados que siga en activo y con la
ilusión del principiante. No se olvide que posee la Lámpara Minera y que
es un extraordinario saetero; de hecho, se le atribuye la creación de
la denominada saeta malagueña.
Luego, vendría esa fuerza de la
naturaleza que atiende por La Cañeta, que no se arredra ante nada, pese a
contar ya 76 primaveras. Máximo exponente de los cantes festeros de
Málaga, esta cantaora y bailaora conquistó al respetable desde el
inicio, por bulerías. Luego, prosiguió por Levante y con los tangos
atribuidos a La Repompa, quien, al parecer, recreó los de La Pirula,
madre de La Cañeta. Arte en estado puro, con una personalidad
arrolladora que la hace única. Pellizco al cubo. Continuó con los cantes
del Piyayo, que engarzó con el garrotín. ¡Cuánto arte y sapiencia!
Humor, compás, gracia, donaire y mucho más. Precisamente, en lo
intangible reside su encanto.
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Bailaba en ocasiones a la par que cantaba. Arte en estado puro. Disculpen que me repita, pero es así. Excelsa. Si hubiera nacido en Triana o Jerez, probablemente, sería mucho más conocida. Su sobrino Antonio Soto le acompañó a la guitarra, ajustado y preciso, sumamente respetuoso con el cante de su tía. No se olvide que posee el Bordón Minero. Dedicó los fandangos de Huelva a Pepito Vargas y a Chaparro de Málaga, allí presentes, y se despidió por bulerías, con deliciosos cuplés, evocando a su amiga Lola Flores. La eternidad en un instante. Bendita sea. El público la despidió enhiesto.
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Bailaba en ocasiones a la par que cantaba. Arte en estado puro. Disculpen que me repita, pero es así. Excelsa. Si hubiera nacido en Triana o Jerez, probablemente, sería mucho más conocida. Su sobrino Antonio Soto le acompañó a la guitarra, ajustado y preciso, sumamente respetuoso con el cante de su tía. No se olvide que posee el Bordón Minero. Dedicó los fandangos de Huelva a Pepito Vargas y a Chaparro de Málaga, allí presentes, y se despidió por bulerías, con deliciosos cuplés, evocando a su amiga Lola Flores. La eternidad en un instante. Bendita sea. El público la despidió enhiesto.
Carrete puso la guinda a una noche para el recuerdo, secundado magistralmente por un cuadro en el que descollaba, al cante, Amparo Heredia ‘La Repompilla’, que interpretó Bravo (Bambino
en el recuerdo) y un cante por soleá antes de dar paso al genial
bailaor afincado en Torremolinos. Principió por alegrías, postinero y
libre. Es el suyo un baile con enjundia y personalidad flamenquísima. Su
provecta edad no le resta ni un ápice de agilidad. El mismísimo
Camarón, que se refería a él como ‘el monstruo’, se desplazaba desde La
Línea para verlo actuar. ¡Qué arte, qué sapiencia, qué gracia!
Una luna casi llena ilumina las murallas
del castillo y preside el zapateado característico de Carrete, sentado
en una silla, por Levante. Sobrado de expresión, ya quisieran los más
jóvenes… Y de la silla al desenfreno por bulerías. “El fuego se contagia
y en el flamenco, es así”, espeta, antes de decir adiós por tangos
junto a sus subalternas, en un brillante cierre a una noche mágica con
la luna por testigo.
Publicado por Francisco Reina en www.pellizcoflamenco.es
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