viernes, 21 de febrero de 2014

Trastablaos 2014 Ramón Soler y La Cañeta

`He grabado por bulerías hasta en japonés´

Emotiva y emocionante noche la vivida el pasado miércoles en el centro de iniciativas culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS) con la presencia de Teresa Sánchez Campos, La Cañeta de Málaga dentro su programa “Trastablaos”.
Esta iniciativa propone un acercamiento al artista flamenco desde una perspectiva diferente mediante un recorrido vital mezcla de profesión, arte y experiencia, que a modo de conversación con un periodista o personaje relevante dentro del mundo jondo van mostrando el bagaje personal de cada protagonista.
En esta ocasión sería La Cañeta de Málaga la que compareció junto a su biógrafo, el también malagueño, Ramón Soler. El profesor secundo a la artista de forma magistral como los grandes guitarristas de acompañamiento, sin estorbar, dando los acordes justos para que La Cañeta fuera desgranando una vida testigo del cambio generacional del arte flamenco, último bastión de una época que se apaga en el tiempo.
Gitana y del barrio enjundioso del Perchel recordó una infancia dura pero llena de la gracia que derramaban las viejas gitanas o los artistas de la posguerra que tenía el barrio malagueño como cuartel general. Entre otros, El Africano, el padre de El ChinoAntonio la Calzá, al que adoraba, o El Almería, guitarrista con el que empezó a formarse como bailaora destrozando a zapatazos “las hojas de madera de aquellos armarios de cuatro cuerpos”
De su madre La Pirula, cantaora desaparecida muy joven, heredó los genes flamencos y numerosas coplas y cantes que desarrollarían personajes como La Repompa, Faíco o la propia Esperanza del Maera con el “Probe Migué”. Este linaje le sirvió para conocer a La Niña los Peines o Pastora Imperio con la que trabajó en el tablao “El Duende” en la capital de España, ciudad que la acogió durante 20 años en la que encontró el amor de José Salazar (único superviviente de la histórica antología de Antonio Mairena) y crió a sus dos hijos.
El relato iba salpicado de anécdotas acaecidas durante sus viajes profesionales a México donde cada noche asistía a la función un “gachó con una pistolita que gustaba de dá tiritos pa divertirse, fíjate qué diversión”, o en Japón donde se perdió y la encontró “un mariquita que me conocía del teatro que me decía Caleta, Caleta”.
Montó un tablao en el Puerto Banus de Marbella referencia de artistas durante muchos años y sigue en activo como “el último mohicano” de toda una generación de flamencos que conformaron la historia dorada de nuestro arte en la segunda mitad del siglo XX.
Demostró su admiración por artistas como MairenaPilar LópezFarruco y Carmen Amaya, orgullosa de las fotos que tenía con Gary Cooper, Liza Minelli y Burt Lancaster o de la amistad que compartió con el Beni de Cádiz y Lola Flores.
Eternamente joven, La Cañeta, atraviesa una etapa de evolución artística en al que ha dejado en un segundo plano las canciones de Los Brincos o las rancheras por bulerías entrando en un arte profundo y rancio que siempre supo que poseía preguntándose ahora el porqué no cantar serio si lo lleva dentro. Se queja de la ausencia de pureza, no como un razonamiento metafísico si no más bien como un cambio conceptual del “ser y estar flamenco” en la actualidad.
Sigue siendo todo energía, potencia y fuerza, genial en sus cantes, única en sus formas y gitana orgullosa. Acompañada a la guitarra por Raúl Cantizano lo demostró por bulerías marca de la casa, fandangos, herencia de su marido, que interpreta de manera heterodoxa y con un gusto infinito, tangos con letras de su madre, La Pirula, para terminar en pié, haciendo temblar las tablas del escenario con la fortaleza de su baile y todo eso siendo una niña que consume su octava década de vida con los ojos llenos de estrellas.

Web Revista La Flamenca. Pedro Madroñal. Sevilla /CICUS /20/2/2014

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