lunes, 8 de septiembre de 2014

Cañetazo en Mairena del Alcor





El Festival de Cante Jondo Antonio Mairena fue hace años el más importante del verano. Me refiero a hace tres o cuatro décadas. Hoy no es ni la sombra de lo que fue porque falta la cabeza pensante, o sea, Antonio Mairena, en cuyo honor se creó en 1962, cuando le dieron en Córdoba la Llave del Oro del Cante. El maestro decía lo que había que hacer y cuál debía ser la línea a seguir. En aquellos años había una nómina de artistas que no la hay hoy, con una nueva generación de cantaores que ha sido la mejor del último medio siglo. En los sesenta empezaban a destacar El Lebrijano, Menese, Morente, Camarón, María Vargas, Curro Malena, Miguel Vargas, Manuel Agujetas, Gabriel Moreno y otros muchos. Fue la época de oro de los festivales y Mairena del Alcor era la catedral del cante. Pero en 1983 murió el maestro y comenzaron los problemas para el festival y para el concurso. Y desde entonces viene sobreviviendo a duras penas, sin las cosas claras, sin cuidar los carteles y sin saber muy bien cómo mantener el festival sin que tenga que ser cada año como una fiesta popular en la que saquen a don Antonio en procesión.



El cartel de este año era atractivo sobre el papel y acabó funcionando. No quiero decir que fuera una gran noche de cante, que no lo fue, pero hubo cosas y el público disfrutó con casi todo, sobre todo con una gran artista malagueña, La Cañeta, que fue la única que levantó al público de manera unánime. ¡Y tiene 77 años! La hija de La Pirula lió lo que solemos llamar el taco recordando los cantes de su madre, cantando a lo festero, bailando y con una manera de hablarle al público francamente encantadora.

Fue Cancanilla de Marbella quien abrió la noche, con una buena guitarra, la de Chaparro de Málaga. Cancanilla tiene una voz muy flamenca y canta con un conocimiento admirable. Quizás le faltó carbón a su cante, algo más de comunicación en las soleares y en las seguiriyas, estilos en los que expuso poco. Fue en los cantes festeros cuando pareció encontrar el estado de gracia preciso y acabó cautivando al público.

Juana la del Pipa apareció en el escenario como una diosa gitana, con un traje blanco luminoso que contrastaba con su piel morena de un bronce ancestral. A su lado un guitarrista joven, de Jerez, Diego del Morao, uno de los hijos del gran Moraíto. Juana tiene la voz gastada, con heridas de guerra, pero eso hace que tenga que sacar los tercios del alma. No es que dé pellizcos, es que ella es un pellizco en sí misma. Y esa manera tan jonda de hacer los cantes jerezanos fue lo que nos hizo sentir unos escalofríos increíbles. Lástima que al final, en la ronda por tonás, con la voz ya fría, estuviera tan deslucida. No entiendo que se le haga esto a una artista como ella.

El Pele no ha sido nunca un cantaor querido en este festival. Este año se ha convertido en la voz de referencia y fue incluido en el cartel, lo que imagino que no resultaría fácil. El cantaor cordobés es caracolero y en este festival van por otro lado, por otra escuela. No fue una buena noche para El Pele, le costó encontrar el sitio en el escenario y, aunque se esforzó, no logró conectar con un público que esperaba a Manuel Cástulo, que este sí que encaja en Mairena y sabe qué duele por aquí. Sin embargo, El Pele, con SIlveria a la guitarra, cantó dos o tres soleares buenas y dibujó unas zambras y unas alegrías estupendas.

El homenaje al investigador malagueño Luis Soler Guevara resultó un tostón casi insufrible. Muy merecido este reconocimiento, por su labor en pro de Antonio Mairena y su obra, pero mal organizado, sobre todo largo. Inexplicable que las tres personas que glosaron su trayectoria dijeran lo mismo. Incluso el alcalde, que al ser el último en hablar debió de cambiar el discurso.

En la segunda parte vimos a un bailaor de Cádiz poco considerado en los festivales de verano, El Junco, cuando es muy personal y de una flamenquería encantadora. Bailó una soleá muy buena, con dos cantaores desgañitados, El Galli y José Anillo, y un maestro de la guitarra, el sevillano Miguel Pérez.




Lo de La Cañeta fue para que la sacaran a hombros de la Casa Palacio. Es increíble la fuerza, el temperamento y el encanto personal de esta mujer de 77 años, la hija de La Pirula de Málaga. Era ya tarde y el público estaba algo dormido, pero ella se encargó de despertar a todo el mundo. Muy bien acompañada por un gran guitarrista malagueño, Antonio Soto, la veterana cantaora se pegó una verdadera paliza en el escenario, cantando cosas por tangos y por bulerías, y hasta por fandangos, con una fuerza sobrenatural. Esta mujer es una artista como la copa de un pino y debería estar más considerada.


Fue Manuel Cástulo el encargado de cerrar la noche, con el guitarrista Niño Elías. No es normal que fuera él el encargado de cerrar, al haber el cartel artistas de más renombre y años que él, pero así lo impuso la organización. Y como suele pasar siempre con este buen cantaor mairenero, se metió a sus paisanos en el bolsillo con una voz preñada de alfileres y una manera de templarse en el cante que casi se está perdiendo. Cantó cosas de su último disco y en la ronda por tonás demostró que puede tener un sitio en los festivales más serios.


Fotografías de La Cañeta y Manuel Cástulo, de Ana Somoza.

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